Ansiedad Post-Pandemia: Por Qué los Paraguayos Estamos Más Ansiosos que Nunca

Han pasado varios años desde el inicio de la pandemia de COVID-19, pero sus efectos en nuestra salud mental siguen muy presentes. En Paraguay, muchas personas sienten que nunca antes hubo tanto nivel de ansiedad en la población. Y las estadísticas respaldan esa sensación: durante la etapa más dura de la pandemia, Paraguay lideró el ránking regional de ansiedad, con 61,9% de la población reportando sentimientos de ansiedad, nervios o preocupación. Este fue el porcentaje más alto de Latinoamérica en ese momento. Aunque las cuarentenas estrictas quedaron atrás, tanto los estragos emocionales de la pandemia como las nuevas preocupaciones del mundo post-covid nos han dejado más inquietos que nunca.

En este artículo exploramos por qué los paraguayos estamos experimentando tanta ansiedad en la era post-pandemia y qué factores contribuyen a este fenómeno. También veremos algunas recomendaciones de cómo manejar esa ansiedad acumulada. Lo importante es entender que no estamos solos en esto: la ansiedad post-pandémica es real, es común, y se puede abordar con las herramientas adecuadas.

Un país más ansioso: datos que lo confirman

No es solo percepción anecdótica; los datos muestran un marcado incremento en la ansiedad entre los paraguayos a partir de 2020. Además de la encuesta del Banco Mundial que situó a Paraguay al tope regional en ansiedadveamos otros indicadores:

  • Consultas de salud mental en aumento: Los servicios psicológicos han visto una mayor demanda. El Instituto de Previsión Social (IPS) atendía normalmente unas 40 mil consultas de salud mental al año; en 2023, para octubre ya se habían realizado alrededor de 31 mil consultas, con la ansiedad y la depresión como los motivos más frecuentes. Es decir, la necesidad de apoyo profesional por ansiedad sigue alta incluso pasado lo peor de la pandemia.
  • Mujeres particularmente afectadas: Durante la pandemia, el impacto fue desigual. En Paraguay aproximadamente 7 de cada 10 mujeres declararon sentirse ansiosas o inquietas, comparado con 5 de cada 10 hombres. Las responsabilidades adicionales durante el confinamiento (cuidado de niños, enfermos, tareas del hogar) recayeron más en las mujeres, aumentando su carga mental. Esto explica en parte por qué ellas han reportado más ansiedad que ellos en este periodo.
  • Factores desencadenantes identificados: Dos situaciones específicas correlacionaron fuertemente con niveles altos de ansiedad en Paraguay: haber tenido un familiar enfermo de COVID-19 y haber perdido el trabajo a causa de la pandemia. En una encuesta, 74% de quienes tuvieron un familiar enfermo reciente reportaron impacto negativo en su salud mental, y 75% de quienes quedaron desempleados durante la crisis también sufrieron alteraciones significativas en su bienestar. Miedo a la enfermedad y tensiones económicas fueron, y siguen siendo, detonantes importantes de ansiedad colectiva.

En resumen, los paraguayos estamos más ansiosos porque atravesamos una tormenta perfecta de factores estresantes: un virus desconocido, pérdidas humanas, crisis económica, cambios radicales en nuestra rutina y aislamiento prolongado. Y aunque lo peor de la emergencia sanitaria pasó, muchas de esas preocupaciones se transformaron, en lugar de desaparecer.

¿Por qué estamos más ansiosos que nunca? (Causas principales)

Existen varias razones entrelazadas por las cuales los niveles de ansiedad siguen elevados en la población pospandemia:

  • Secuelas de la incertidumbre sanitaria: Vivir tanto tiempo con el miedo al contagio o a perder a seres queridos dejó una huella psicológica. Muchas personas desarrollaron hipervigilancia respecto a la salud. Incluso hoy, cualquier síntoma menor puede disparar ansiedad al recordar esos momentos de temor intenso. La pandemia nos hizo más conscientes (y a veces obsesivos) con la salud, alimentando preocupaciones constantes.
  • Pérdida de seres queridos y duelo no resuelto: Paraguay lamentó miles de fallecimientos por COVID-19. Mucha gente no pudo despedirse adecuadamente de familiares debido a las restricciones. Esos duelos incompletos pueden convertirse en ansiedad y depresión prolongadas. Cada aniversario, cada recuerdo, remueve la herida y genera angustia. El dolor colectivo aún está presente en muchas familias paraguayas.
  • Aislamiento social y cambios en las relaciones: Los largos periodos de distanciamiento social cambiaron la forma en que nos relacionamos. Algunas personas perdieron habilidades sociales o se acostumbraron a la soledad, haciendo más difícil retomar la vida “normal”. Otras experimentaron conflictos familiares durante el encierro que dejaron cicatrices emocionales. El resultado es que al volver a la interacción social, muchos sienten ansiedad en situaciones que antes manejaban con naturalidad (reuniones, eventos, incluso el tráfico y las multitudes). Nos desacostumbramos a ciertos estímulos, y reaprender a convivir ha generado ansiedad en algunos.
  • Sobrecarga de roles (especialmente para mujeres): Como mencionamos, las mujeres asumieron mucho peso adicional durante la pandemia: cuidado de hijos sin escuela, atención a enfermos, tareas del hogar incrementadas, muchas veces además del trabajo remoto. Esta sobrecarga llevó a niveles altos de estrés crónico. Si bien esas condiciones extremas bajaron, muchas mujeres siguen llevando múltiples responsabilidades y sintiendo presión de “ponerse al día” con proyectos postergados, generando una ansiedad persistente de no lograr equilibrar todo.
  • Exposición prolongada a noticias e información alarmante: Durante la pandemia pasábamos el día pendientes de las noticias: número de contagios, fallecidos, nuevas variantes, etc. Esta sobreexposición mediática alimentó pensamientos catastróficos. Aunque hoy la urgencia bajó, quedamos con el hábito de estar hiperconectados y muchas veces enganchados a redes sociales, donde abunda la información negativa (ya sea de COVID, de la situación país o del mundo). Esto puede mantener nuestro sistema de alerta encendido, contribuyendo a la ansiedad generalizada.

Cómo podemos manejar la ansiedad post-pandemia

La buena noticia es que, aunque generalizada, esta ansiedad se puede manejar y reducir. Aquí van algunas recomendaciones y estrategias para sobrellevarla:

  • Reconocer y normalizar lo que sentimos: Lo primero es aceptar que es normal sentirse así después de lo vivido. No sos “débil” ni estás “volviéndote loco” por tener ansiedad; muchos estamos en las mismas. Hablar del tema con familiares o amigos de confianza puede ayudar a descargar y darse cuenta de que no sos el único. La psicoeducación es vital: informate sobre la ansiedad y sus síntomas (palpitaciones, pensamientos repetitivos, etc.) para entender que son reacciones comunes del cuerpo y la mente ante el estrés prolongado.
  • Limitar la sobreinformación: Si bien es importante estar informado, saturarse de noticias negativas puede alimentar la ansiedad. Intentá dosificar el tiempo que dedicás a leer sobre crisis, enfermedades u otros temas angustiantes. Escoger fuentes confiables y fijar horarios específicos para informarse (en vez de revisar compulsivamente el celular) puede darte un respiro mental. Llená ese espacio con actividades relajantes o contenido positivo que contrarreste la balanza.
  • Practicar técnicas de relajación y mindfulness: Muchas personas han encontrado útil aprender técnicas como respiración profunda, meditación, mindfulness o yoga para calmar la mente. Estas prácticas enseñan a anclarte en el presente y a reducir la “alarma interna” cuando no hay un peligro real inmediato. Dedicar aunque sea 10 minutos al día a respirar conscientemente o meditar puede marcar diferencia en tus niveles de ansiedad con el tiempo.
  • Buscar apoyo profesional si es necesario: Si la ansiedad te supera y afecta tu vida cotidiana significativamente (ej. te impide trabajar, dormir o disfrutar actividades), no dudes en buscar ayuda psicológica. Los psicólogos están capacitados para enseñar herramientas específicas de manejo de ansiedad, como terapia cognitivo-conductual, que ha demostrado ser muy efectiva. Incluso la terapia breve puede darte recursos para sentirte mejor. Como mencionamos en el artículo anterior, pedir ayuda no es señal de debilidad sino de inteligencia para recuperar tu bienestar. En Paraguay hay recursos disponibles: desde líneas telefónicas gratuitas (como el 155 para contención emocional) hasta atención psicológica en el sistema público y plataformas de terapia en línea. No tenés por qué enfrentar esto solo; un profesional puede acompañarte y guiarte.

Conclusión: La ansiedad post-pandemia es un desafío que muchos paraguayos estamos enfrentando, pero no es invencible. Entender sus causas –desde la incertidumbre sanitaria hasta las secuelas económicas y sociales– nos permite ser compasivos con nosotros mismos y con los demás. Hemos pasado tiempos muy difíciles, y es natural que la mente necesite tiempo y ayuda para sanar. Lo importante ahora es no ignorar esos niveles de ansiedad. Debemos tratarlos como lo que son: una consecuencia normal de eventos anormales.

Así como nos unimos para cuidarnos durante la pandemia (usando mascarillas, quedándonos en casa, vacunándonos), ahora podemos unirnos para cuidar nuestra salud mental. Hablemos abiertamente de cómo nos sentimos, apoyemos a quien lo esté pasando mal, y aprovechemos las herramientas disponibles (hábitos saludables, técnicas de relajación, ayuda profesional). Poco a poco, es posible recuperar la tranquilidad y resiliencia.

Recordá: si te sentís sobrepasado, pedir ayuda es un acto de valentía. La generación pospandemia tiene la oportunidad de destigmatizar la salud mental y hacer de Paraguay una sociedad más comprensiva y preparada para afrontar juntos los desafíos emocionales. No estás solo en esto; la ayuda está disponible y la recuperación es posible.

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